
Hay quienes piensan que porque ya son «así» no existe más opción para cambiar. Pero yo te quiero hacer una pregunta: Cuando tienes un jardín y crece hierba silvestre, ¿qué cosas haces?, acaso dices: ¡ah bueno, ya salió la hierba mala, tendré que aprender a vivir con ella! ¿O la miras y enseguida la arrancas de raíz? Eso mismo ocurre con las palabras y con los hábitos; hay que arrancarlos una y otra vez, han estado ahí por muchos años y no se marcharán tan fácilmente. Sin embargo hay que seguir arrancándolos hasta que se pierda completamente su raíz y ya no puedan encontrar cabida en tu mente y tu corazón.
Conozco muchas personas que me dicen: Quiero tener mi propio negocio, pero soy muy tonto o tonta. Quiero aprender a manejar mis finanzas, pero no me gustan los números. Quiero ser inversionista, pero me da miedo arriesgar mi dinero. Cada vez que escucho declaraciones como éstas enseguida sé que no debo empezar viendo su plan de negocios, sino que tengo que empezar viendo lo que tienen en su mente y su corazón, porque si no les ayudo a cambiar eso primero, todo el trabajo que haga será infructuoso y se sentirán frustrados y yo también.

Estoy convencida de que si las mujeres con las que trabajamos tienen la autoestima correcta, se conocen a sí mismas, saben dónde están paradas, conocen la importancia de lo que hablan, tienen un mapa de vida concreto y se dejan entrenar, lograrán más fácilmente sus metas financieras y de negocios.
Por eso es muy importante entrenarte para que sepas que tus palabras son espadas afiladísimas que tienes que aprender a usar o de lo contrario tu misma terminarás lastimándote.
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