El regalo de la esperanza

Por Ana Li Cortés

Si yo pudiese compartirte lo que hay en mi corazón, te diría que deseo que cambies tus finanzas para que así tú misma puedas ayudar a otros a que cambien las suyas. Esa es la meta final: ser luz que da luz a otros que están en tinieblas. ¿Cuántos amigos y amigas tienes en el pozo de la desesperación porque no saben cómo salir de deudas? ¿Cuántos están en depresión por no saber a dónde van? ¿Cuántos jovencitos están asustados de que un día tendrán que ser los que lleven las riendas de un hogar y lo único que han aprendido en su casa es que no hay lo suficiente, y que la vida es muy dura? ¿Cuántos casos así conoces?

Un día estaba Dios preguntándose a sí mismo el por qué su creación; es decir, los hombres, no alcanzaban a ver todas las bendiciones y la herencia que Él les había entregado hacía muchísimo tiempo atrás, por lo que decidió bajar a la tierra y perderse entre la gente. Aprendió a ponerse límites, a mentirse a sí mismo, a juzgar a los demás, a desanimar a las personas amadas, a no confiar en nadie. Después de que hizo eso, trató de buscar las bendiciones y la herencia que Él personalmente había dado para los hombres, pero como se había puesto límites no pudo verlas. Se dio cuenta de que no importaba cual hubiese sido su sacrificio para hacerle ver a sus hijos cuánto les amaba, ellos no podrían ver estas bendiciones hasta que no cambiaran su forma de pensar y de actuar. Entonces se le ocurrió algo espectacular. Decidió que por medio de un sacrificio mayor, Él podría construir un puente para que los que realmente quisieran tener estas bendiciones se atrevieran a cruzarlo. Aunque en su corazón deseaba que todos usaran ese puente, percibió también que sólo los que eran atrevidos y que realmente buscaban un cambio en su vida eran quienes lograrían cruzarlo. Es así como ese puente ha estado ahí por muchísimo tiempo, de tal manera que Dios cada día se sienta al otro lado del puente a ver si ese día uno de sus hijos lo cruzará. Observa como muchos apenas pasan de largo, ni siquiera lo miran, y como otros se paran frente a él pero no se deciden a cruzarlo, pues tienen miedo de saber qué hay del otro lado. Otros simplemente agarran vuelo, llegan a la mitad y ahí se quedan tirados. Otro tanto, no resisten y se regresan. Sólo unos pocos, cada día, deciden no mirar atrás y caminar hacia sus bendiciones, dejando los miedos y los pretextos a un lado.

Cuando eso pasa, Dios abre las ventanas de los cielos y derrama de sus bendiciones sobre aquellos que han sido fuertes, esforzados y valientes. Muchos de ellos, al conquistar la otra orilla del puente, se dedican a ayudar a los que apenas están cruzando, porque desean que también disfruten de todo lo que hay para ellos. Algunos se sientan con Dios a planear nuevas estrategias para que más gente pueda cruzar el puente.

Mi deseo sincero es que al cerrar este libro, te convenzas de que todo lo que te he enseñado aquí es parte del plan de Dios para tu vida. Él quiere que cruces el puente de la prosperidad para que seas del equipo de los que pueden hacer que las cosas sucedan. Dios quiere que te esfuerces, que seas valiente, que tengas fe y que seas firme frente a la adversidad.

Las buenas obras necesitan dinero para llevarse a cabo. Necesitamos más gente como tú, que pueda tener esa libertad de donar y de hacer más por las personas que tienen menos. Siendo también un fiel testimonio de lo que el poder de Dios puede hacer y siendo ejemplo a los demás de que sí se puede salir adelante.

Esta pequeña historia que te he contado, no es real, sin embargo, creo que es la mejor manera de ilustrar lo que hay en el tope de tu escalera, al final de tu arco iris y en el corazón de Dios.

Que la vida no te viva a ti, que seas tú quien vive la vida. Lo importante no es tener dinero, si no lo que puedes lograr cuando ya lo tengas.

Si te caes pero sabes a dónde vas, puedes aprovechar la caída para llegar a tu meta. Ana Li

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